Un bache me despierta. No se donde estoy, ni que me ha traído hasta
aquí. Me han tapado la cabeza, y mis manos están atadas a mi espalda.
Estoy tumbado en un sitio relativamente amplio, con lo que debo de ir en
la parte de atrás de una furgoneta. Antes de perder los nervios,
intento recordar que ha podido pasar, pero lo último que recuerdo es
salir a comprar comida. A juzgar por el
dolor en la cabeza y las gotas de lo que supongo será sangre que
recorren mi cuello hasta mi espalda, debieron darme un golpe y dejarme
inconsciente. En la bolsa de tela que llevo puesta puedo oler el hedor a
sangre, sudor y lágrimas que han debido dejar aquellos que la llevaron
antes que yo.
De repente, la furgoneta empieza a tambalearse. Hemos
salido del asfalto y vamos por un camino secundario, con lo que nos
estamos alejando de la ciudad. Pocos minutos después, la furgoneta se
detiene, abren la puerta trasera y dos personas me cogen. No me siquiera
la opción de caminar, con lo que me llevan con los pies a rastras,
hasta llegar a una silla donde me sientan.
-¿Dónde estoy? ¿Quiénes sois? - pregunto tímidamente.
La respuesta es un puñetazo en la cara, con lo que decido no hacer mas
preguntas. Oigo pasos, pies que van y vienen, y murmullos que no logro
entender bien. Parece que alguien se acerca.
-¿Donde está la chica?
La chica… Lo único que tenía claro era que esto tenía que ver con ella,
y en cierto modo, al poco de conocerla, empecé a contemplar que algo
así podría ocurrir. La chica apareció de la nada hace unas dos semanas,
tambaleándose desorientada por la carretera, descalza y con una herida
en su frente. Lo que quedaba de su coche estaba colina abajo, donde
llegó tras varias vueltas de campana. Frené y me acerqué corriendo a
ella.
-Vamos, hay que llevarte a un hospital- dije
-¡No! ¡Nada de hospitales, no llames a nadie!
Fue lo último que dijo antes de desmayarse. La cogí en brazos, la subí
al asiento de atrás y me puse al volante. No sabía que hacer en ese
momento, mi mente era una mezcla de pensamientos y emociones. No me
atrevía a poner el coche en marcha. Me giré y la ví. No se que coño le
había ocurrido, pero no podía olvidar el miedo que salía en sus
palabras. Miré al frente y pisé el acelerador. Una desconocida entra en
mi vida sin pedir permiso, y desmonta mi vida. Despertó. Me advirtió del
peligro de estar a su lado, pero estaba sola y lo poco que sabía era
que alguien la quería muerta. Hace dos semanas la salvé, y ahora estoy
en una silla maniatado, encapuchado y golpeado. No se quien había frente
a mi, pero agarró con fuerza la bolsa de mi cabeza y me la quitó.
Necesité unos segundos para que mi vista se adaptase a la luz, y al
hacerlo descubrí frente a mi a un hombre de unos 60 años, con traje
oscuro y una pistola en su mano izquierda. No tardó en colocar su arma
apuntando a mi frente.
-No la conoces. No sabes lo que ha hecho. No le debes nada… No voy a perder el tiempo en preguntártelo otra vez.
No se que le ocurrió, ni en que trabajaba, ni de donde era. No quiso
darme datos sobre ella, con idea de mantenerme al margen de sus
problemas. Me pidió que la llamase “Lua”, y así lo hice. Una noche,
cuando ella dormía, descubrí una tarjeta de identificación con su
nombre, pero nunca se lo dije.
Hace dos semanas te di la
oportunidad de seguir viviendo Hace dos semanas tu vida se puso en mis
manos y he hecho todo lo posible por protegerla, pero ya no puedo hacer
nada mas. Un hombre frente a mi espera una respuesta.
-Dispara.
…mi vida cobró un sentido hace dos semanas…
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